CORRESPONSAL ITINERANTE

En tránsito por los lugares de siempre

martes, 5 de agosto de 2008

Long live the babosa!

¿Qué haríais si os sintierais culpable de la muerte de un ser vivo? Yo, por lo menos, le dedico un blogmenaje. Ahí va, pequeña babosa, unas palabras hacia la ultratumba.

No quería hacerte daño pequeñita. Sólo quería devolverte a la jungla inofensiva de las ensaladas gigantes. ¿Coméis ensalada las babosas? Siento no haber sido más acertada en tus deseos. Siento haberme entrometido. Ni siquiera cuando te soplaba para evitar que cogieras el camino hacia mi comida pretendía hacerte daño. Durante media hora compartimos miradas, algún soplido que otro y una larga caminata errática sobre la mesa. Me gustaba tanto cuando olisqueabas el aire. ¿Te llegaba el olor a salsa de soja?Bailabas, de un lado a otro, sin son aparente y no te decidías a qué dirección ir. Hasta que se me acabó mi comida y tuve la fatal idea de decidir por ti, pensando que buscabas algo que echarte a tu diminuto estómago. De verdad que no debía haberte levantado hacia esa planta que parecía tan apetitosa. Eran unas hojas preciosas y a mi me resultaron muy atractivas. Pensé "¡A ella también debe parecerle un buen bocado!" ¡Qué error! Perdóname por haberte puesto encima de esa hoja, a un palmo de la mesa. Creí que te gustaría, que querrías comer... Ya ves, nosotros los humanos, siempre decidiendo por los demás. Entiendo tu impaciencia por llegar a la mesa. Al fin y al cabo ya estabas allí cuando yo llegué y te obligué a subirte a un lugar que no querías. Lo siento tantísimo. No pensé que no calcularías bien la distancia. Estaba observando el leve rastro de humedad que dejabas en tu camino hacia el borde de la hoja, sin pensar que te dirigías a tu perdición. Y lamento no haber tenido mejores reflejos cuando vi que te estirabas hacia el abismo, colgando de un fino hilo de baba. Nunca pensé que caerías, que el hilo se rompería. Me asusté, no lo dudes. Pensé que tendrías la situación controlada... pero me equivoqué. Mi pobrecita, estuviste un buen rato moviendo tu cabeza de un lado a otro, pero con tu cuerpo todo encogido. No me dejabas ver tus antenitas... te morías. ¡¡¡Y yo fui la culpable!!! ¡Si no te hubiese puesto en esa maldita hoja tan alta!
¿Qué podía hacer? Estuve observándote con la esperanza de que me sorprendieras y echases a andar como hacías cuando te vi por primera vez... pero no. Te desvanecías. Y te quedaste inmóvil. Seguí esperando, por si se trataba de una argucia tuya para alejarme de ti. Pero nada... Ni siquiera cuando por fin me atreví a tocarte... ¡nada! Estabas ahí toda encogida, inerte, y todo por mi culpa.
No quiero que te vayas sin saber que nunca quise eso para ti. Puedes ser una babosa menuda e insignificante para el resto de la humanidad, pero para mi fuiste una babosa simpática y adorable que me hizo compañía durante un largo rato un día de agosto.
Espero que ahora estés en un mundo hecho a tu medida, pequeñita.