CORRESPONSAL ITINERANTE

En tránsito por los lugares de siempre

lunes, 14 de diciembre de 2009

Resfriado

Hace mucho tiempo, cuando yo era una niña, recuerdo que mi madre nos levantaba a mi hermano y a mi cada día a la misma hora. Nos daba de desayunar, nos vestía y nos íbamos al colegio.

Y así, día tras día.

Incluso los de lluvia.

En el sitio de donde vengo es poco normal que llueva, pero cuando llueve suele hacerlo a gusto. Será que el clima se quiere resarcir. Y para nosotros, que no estamos acostumbrados a ese tipo de inclemencias climatológicas, tal evento supone un desajuste total de nuestros hábitos. Es así que los días que llovía en mi niñez, los colegios solían estar desiertos y los profes, si se dignaban a aparecer, se hinchaban a poner equis en la lista de ausencias de los alumnos.

Para los pocos que asistíamos era más bien un día ocioso y tenía su aquel el estar haciendo ejercicios extras bajo la luz artificial mientras se oía la lluvia golpear los cristales.

Básicamente éramos unos pringados.

Todos los que faltaban estaban en casa viendo dibujos animados y nosotros, la minoría, con los zapatos mojados resolviendo problemas de matemáticas.

De ahí, supongo, me viene el que me cueste tantísimo llamar enferma al trabajo. Ya se lo tengo dicho a mi madre. Es su culpa y de nadie más que me haya enseñado que uno no debe faltar a sus obligaciones y que hay que tener una razón muy buena para fallar a un día de trabajo.

No soy la única. A mi hermano le pasa lo mismo. Ya tenemos que estar muriéndonos para no sentirnos culpables a la hora de llamar enfermos...

Unos pringaos, lo que yo diga.