CORRESPONSAL ITINERANTE

En tránsito por los lugares de siempre

martes, 3 de marzo de 2009

Esa simpatía...

Una de las cosas que jamás entenderé es lo miserable que se sienten algunas personas en sus profesiones. O al menos la sensación que me da de que se sienten así.

El otro día fui al médico a una revisión rutinaria. Mira que vas ahí toda resignada, comiéndote el miedo a lo que te vayan a hacer (no, no es agradable que te claven agujas, que te soben en lugares recónditos, que te observen con lupa) y lo primero que ves es un señor que ni te mira a la cara y te dice un hola casi como si fueses su ex-suegra.

Intentas ponerle una sonrisa al asunto, cambiar el ambiente porque si el médico se siente relajado, tú te quedas más tranquila pensando que te va a hacer menos daño. Pero ni con esas. Y le dejas que te introduzca lo que él crea más conveniente por cualquiera de tus orificios corporales, le pones sonrisa, forzada, pero sonrisa. Le dejas que te palpe por donde crea necesario, le pones sonrisa, forzada, pero sonrisa. Te hace preguntas íntimas, le pones sonrisa, forzada, pero sonrisa... y él sigue tan seco como cuando entraste, te trata como ganado y te hace dejar la consulta casi en bragas y con un portazo en las narices.

Vale, está haciendo su trabajo, no tiene por qué tratarte con la dulzura con la que te trata tu abuela pero... ¡¡¡una pizca de compasión!!! ¡Es a mí a quien le están haciendo las perrerías, no a él! ¿Qué puede ser tan sumamente importante y dramático en su vida que no es capaz de devolverte esa sonrisa?

Ains!!!!!

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