CORRESPONSAL ITINERANTE

En tránsito por los lugares de siempre

lunes, 5 de abril de 2010

Siempre hay una primera vez

No me lo puedo creer... esto no me está pasando a mi.

Siempre que he visto a esa panda de tres, me han dado arcadas y nunca he entendido el por qué tanto revuelo con ellos. Otro grupito de niños bien a quien les hacen las canciones y les ponen un asesor de imagen a cada uno. Buena estrategia de marketing y hala, a hacer dinero.

Pues hoy, aburrida, he puesto la tele y no sólo me he tragado un episodio entero de los Jonas brothers sino que encima, al final del episodio, me he descubierto eligiendo a mi favorito, el que me parece más mono y guapo.

Necesito que se acaben mis vacaciones y volver a trabajar. YA.

lunes, 11 de enero de 2010

Conmutando

El otro día, cuando empezaron las primera nevadas del año en Europa me sobrevino una confusión que aún a día de hoy me deja pensando.

Volvía yo de un viaje de 9 días para el arrastre, contenta pero muy cansada, y me disponía a coger un vuelo de vuelta a mi casita, que falta me hacía reunirme con mi consorte.

El caso es que como decía en mi última entrada, a la mínima que cae lluvia dejamos de ir al trabajo, pues este día, a la mínima que caía nieve dejaban los aviones de salir. Y se montó una buena en los aeropuertos de medio continente, con sus correspondientes cancelaciones y retrasos. Total, por unos copos de ná.

Como yo tenía para largo en la terminal del aeropuerto, me dediqué a pasearme hasta que una vocecita me llamó y resultó ser una compañera de trabajo que llevaba ahí metida desde las 12 del mediodía. Hago notar que eran como las 5 de la tarde. Pobre criatura. Entonces me contó su historia de que ese día había tenido una reunión con el manager y que había pasado la noche anterior vomitando, lo cual me dejó más compasiva que de costumbre. Así que ante eso y su siguiente aviso de que se sentía mal y se estaba mareando por momentos, a lo cual ella me rogó que la asistiera en caso de desmayo(que nos ponemos siempre el lo peor), yo corrí a comprarle una coca cola de la forma más altruista posible, le ofrecí mis galletas de emergencia y me quedé velando por su bienestar aunque me moría de ganas por recorrerme el tutti frí, que una no deja pasar por alto las rebajas y menos a principios de enero.

Una vez en la puerta de embarque, donde los sueños se hacen realidad por obra y gracia del flight dispatcher y sus ocupados duendecillos, la cosa pintaba muy mal. Algo lógico si los vuelos supervivientes se llenan con los pasajeros de los que no han podido salir. Así que sólo quedaban los transportines libres para los que trabajamos en el gremio. Y aqui es donde vienen las hostias y los panes en la imaginación de entre los que deseamos desesperados volver a casa. Obviamente el comportamiento normal viene a ser el ejemplar, y la última decisión es del dispatcher que Crom lo tenga en su seno.

Pero entonces mi compañera, que tenía amiguismo con los duendecillos ocupados preguntó el estado del vuelo. El duendecillo mayor dejó sus quehaceres y miró por un par de segundos el ordenador, instándola a correr a la otra puerta desde donde estaba saliendo otro vuelo porque ya había sido aceptada en éste, sin olvidarse de darle el billete que obligatoriamente tenemos que traer con nosotros para que nos validen la entrada al vuelo... como los zapatitos rojos de Dorothy vamos. Acto seguido, como insuflada de una energía inusitada, mi compañera que se moría por los pasillos de la terminal de cansancio, vomitonas y mareos varios, salió a la carrera. Vista y no vista.

Entonces yo me quedé mirando el pasillo por donde había salido mi compañera. El duendecillo. Mi billete en poder del duendecillo. Pasillo. Duendecillo. Billete. Pasillo. Duendecillo. Billete. Duendecillo. Billete. Duendecillo. Billete. Billete. Billete. Duendecillo. Pasillo.

Lo único que faltaba en mi poder era un espejo, para poder ver la cara de gilipollas que se me acababa de quedar al haber sido apuñalada.

Ni un adios. Ni un gracias. Ni un "¿y qué pasa con esta persona que viene conmigo?", aprovechando el amiguismo.

Minutos después nos dieron los billetes que tanto necesitábamos y los que aún quedábamos allí salimos corriendo a la puerta donde aún teníamos una oportunidad.

Yo salí primero, y detrás de mi tenía a un chico y una chica de otra compañía diferente que estaban en mi misma situación. Y no sé si será que ya he renegado del gimnasio, me adelantaron y yo no podía ni con mi alma, corriendo que iba por los pasillos de la terminal. Me consuela saber que llevaba 12 horas de vuelo tras de mi y todos mis bultos de viaje, que no son ligeros.

El caso es que les perdí de vista (esta parte ya me da más vergüenza) y justo cuando iba a alcanzar la puerta designada se asomó la chica de la otra compañía que me había adelantado, buscándome con la mirada y diciéndome que pensaba que me había perdido y se preguntaba dónde estaba.

Un momento. Una desconocida. ¿Volviendo a buscarme?

Ya en la puerta, la suerte no estuvo de nuestra parte, excepto para mi compañera que estaba haciendo la cola para entrar y que obviamente me evitaba con la mirada. El vuelo estaba lleno y no parecía que hubiese transportines para nosotros.

Es cuando el chico de la otra compañía decidió llamar por teléfono a la aerolínea en cuestión para dar su nombre en la lista de pasajeros y así tener más oportunidades de entrar en el siguiente vuelo. A lo que, acto seguido, le oigo: "un momento, que hay otra persona aquí que está interesada, te la paso". Y yo, con cara de paleta, le miro el teléfono y le miro a él, hasta que me doy cuenta de que me está echando un cable.

Otro momento. Un desconocido. ¿Pasándome el teléfono para que me aliste en el siguiente vuelo?. Definitivamente la humanidad debe tener solución. Aunque sólo sea un poquito.

Pero sólo un poco.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Resfriado

Hace mucho tiempo, cuando yo era una niña, recuerdo que mi madre nos levantaba a mi hermano y a mi cada día a la misma hora. Nos daba de desayunar, nos vestía y nos íbamos al colegio.

Y así, día tras día.

Incluso los de lluvia.

En el sitio de donde vengo es poco normal que llueva, pero cuando llueve suele hacerlo a gusto. Será que el clima se quiere resarcir. Y para nosotros, que no estamos acostumbrados a ese tipo de inclemencias climatológicas, tal evento supone un desajuste total de nuestros hábitos. Es así que los días que llovía en mi niñez, los colegios solían estar desiertos y los profes, si se dignaban a aparecer, se hinchaban a poner equis en la lista de ausencias de los alumnos.

Para los pocos que asistíamos era más bien un día ocioso y tenía su aquel el estar haciendo ejercicios extras bajo la luz artificial mientras se oía la lluvia golpear los cristales.

Básicamente éramos unos pringados.

Todos los que faltaban estaban en casa viendo dibujos animados y nosotros, la minoría, con los zapatos mojados resolviendo problemas de matemáticas.

De ahí, supongo, me viene el que me cueste tantísimo llamar enferma al trabajo. Ya se lo tengo dicho a mi madre. Es su culpa y de nadie más que me haya enseñado que uno no debe faltar a sus obligaciones y que hay que tener una razón muy buena para fallar a un día de trabajo.

No soy la única. A mi hermano le pasa lo mismo. Ya tenemos que estar muriéndonos para no sentirnos culpables a la hora de llamar enfermos...

Unos pringaos, lo que yo diga.

jueves, 22 de octubre de 2009

Achtung!!!


Es en los momentos de desesperación que ves con claridad cómo es la gente.
Está ahí lo mire por donde lo mire, pero no deja de sorprenderme. Y el mejor ejemplo lo tengo ahora delante de mis narices, desde hace tres días.

El 19 de octubre mi empresa nos anunció recortes en la plantilla debido a la crisis presente desde hace unos meses. Sólo porque éramos cuatro gatos en la oficina yo juraría que habría oído el sonido de una sirena de estado de emergencia inundar el edificio y ver a gente correr sin ton ni son esquivando cascotes de un techo desplomándose y azuzados por las llamaradas de un infierno inminente.

Claro, a nadie le agrada saber que tu esfuerzo de varios años puede estar a punto de irse al garete.

Fue justamente ese día que empecé a sufrir en mis carnes los azotes del día del juicio final laboral. Aún sin tener decisiones concluídas,ni nombres, ni criterios claros para hacernos una idea de quién iba a ser el pobre desafortunado en engrosar las listas del paro, ya podía ver una actitud indiferente entre los allí presentes.

Una falsa indiferencia, por supuesto, pero una indiferencia basada en la desconfianza, como si el hecho de que expresasen sus inquietudes les hiciese vulnerables y más propensos a acabar en la calle. Tremenda tontería, sí.

Esa fue mi primera impresión, pero después vino la confirmación. Ahora todos somos enemigos de todos. Y tengo la triste sensación de que mi base, que éramos una pequeña familia, se ha convertido en un nido de arpías deseosas de pisar cabezas. Fue así como descubrí a una senior, que siempre fue encantadora, hacernos un briefing delante de nuestro manager con preguntas trampa y pretendiendo pillarnos el más mínimo error incluso en el código de vestimenta, ni siquiera teniendo que ir de uniforme, cuando precisamente esta persona nunca lo había respetado hasta... hace tres días.


No sólo nos van a hacer una sangría sino que además ahora camino en un campo minado. Genial.

jueves, 8 de octubre de 2009

Esos ojitos


¡Qué feliz la tortuguita!

miércoles, 30 de septiembre de 2009

6 feet over

Hoy es uno de esos días que ando medio dormida por cualquier rincón, que me salen agujetas furtivas sin haber hecho ningún esfuerzo aparente, que me duele la cabeza a ratos y hablo como el niño del Vicks VapoRub... que me pongo ñoña, vamos. Y que se me han acabado las vacaciones.

Y eso que mis vacaciones suelen ser lo más parecido a mis días libres, sosa que es una. Y maruja. No he hecho gran cosa en estas tres semanas y he estado perfecta hasta hoy que me ha entrado esta cursilería en el cuerpo.

El caso es que cuando me sumerjo en esta clase de estados, se me suele ir la cabeza por derroteros absurdos. Y es así como hoy le explicaba a Kheldar mi creciente inquietud por las actividades funerarias de los gorriones.

¿Cuántos gorriones puede haber en una ciudad?¿Miles?¿Cientos de miles? Siempre los vemos revolotear entre las mesas de las terrazas y para mí que son muchos. ¿Y cuál es el depredador natural de los gorriones? Probablemente los gatos, pero es que tampoco veo yo tantos como para ser el azote de la población gorrionil. Así que suponiendo que unos pocos mueren a garras de los gatos callejeros, el resto debe morir por causas naturales, ya sean enfermedades o por la edad. Que me ilustre el que sepa más del tema, por favor.

Siendo esto último y teniendo en cuenta el enorme número de estos animalitos que existen en la ciudad... ¿por qué no vemos cadáveres de gorriones fulminados a los pies de los árboles, en los parques, en las calles...? ¿Es que tienen un santuario?¿Dónde queda?¿Se autodestruyen cuando mueren?¿Existe una mafia entre los pajaritos que se deshace de los cuerpos eficientemente?¿Tienen la decencia de morirse dentro de los límites de sus nidos para no molestar a los viandantes?...

¡Es que me corroe la curiosidad!

lunes, 14 de septiembre de 2009

Viva el progreso

¿He dicho que soy un poco vaga? El caso es que podría escudarme en mi apretada agenda, mi emocionante vida social y mi agitado mundo laboral... pero seamos sinceros. Ni tengo tantas cosas por hacer en mi tiempo libre, ni tengo tantos amigos y ni he trabajado tanto estos meses.

Entonces ¿por qué siento que se me escapan los días y me cuesta más y más ponerme frente al ordenador para escribir una mísera entrada, o incluso escribir las mil y una historias de fantasía que siempre rondan por mi cabeza?. Falta de inspiración dirían los poetas... vaguería, diría yo, porque tal y como está el mundo hay cacho para cada día.

Para empezar podríamos comentar la genial idea de una señora del partido conservador portugués diciendo que los españoles mejor en nuestras casas y que si los tugas la votan no dejará que el AVE llegue a Lisboa porque no quiere influencias españolas en su país. La mayoría de los españoles diríamos... pos fale. Pero a mi, que a estas alturas estemos con reacciones de tipo medieval aislándose de los supuestamente malos de remate(tuvimos la mala idea de conquistarles hace unas centurias y aún les pica), pues me toca la moral. Yo lo plantearía de otro modo, señora, no la estamos reconquistando... están ustedes exportando los pastéis de bacalhau... se lo juro, están que te cagas.